Ha sido el compañero inseparable de los hombres no solo en
la vida, sino también en la enfermedad y la muerte. Algo que aprovecharon los
hombres prehispánicos es el calor excepcional de los XOLOITZCUINTLI, lo que se
expresa en las figurillas de barro de occidente que representan hombres
enfermos o moribundos acostados en una cama con uno o dos perritos en sus
piernas, tal vez protegiéndolos del frio de las reumas o de la muerte. Así
mismo por su gran sensibilidad y capacidades, se les adjudicaban poderes que
los seres humanos no tienen. Dice don Lauro Conde, nahua de Tepoztlán, Morelos:
“Los perros ven muy bien de noche a las almas que salen de los cuerpos cuando
estos duermen, por eso aúllan”. Según estas creencias, si los perros pueden ver
a las almas cuando el hombre duerme, también pueden verlas cuando se separan
del cuerpo en la muerte. En realidad los perros no ven muy bien pero tienen un
olfato mucho más desarrollado que los humanos – ahora se sabe que pueden
detectar hasta el cáncer - y siempre están alertas cuidando a sus amos; es bien
conocido el hecho de que los perros hacen guardia sobre la tumba de sus amos, olvidándose
de comer, y a veces hasta mueren.
Eso, y su relación simbólica con la oscuridad, explican porqué se consideró
universalmente al perro como conductor del alma al reino de la muerte.
Los nahuas y los mayas pensaban que cuando el espíritu del muerto llegaba al
gran rio del inframundo, encontraba a su perro y montaba sobre su lomo para
atravesarlo y llegar al recinto del “dios” de la muerte; por ello, sacrificaban
al perro del difunto y muchas veces lo enterraban con él”.
Mercedes de la Garza, (2014). El carácter sagrado del
Xoloiztcuintli entre los nahuas y los mayas. Arqueología Mexicana, Volumen XXI,
número 122, pg.31.
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