miércoles, 29 de octubre de 2014


Ha sido el compañero inseparable de los hombres no solo en la vida, sino también en la enfermedad y la muerte. Algo que aprovecharon los hombres prehispánicos es el calor excepcional de los XOLOITZCUINTLI, lo que se expresa en las figurillas de barro de occidente que representan hombres enfermos o moribundos acostados en una cama con uno o dos perritos en sus piernas, tal vez protegiéndolos del frio de las reumas o de la muerte. Así mismo por su gran sensibilidad y capacidades, se les adjudicaban poderes que los seres humanos no tienen. Dice don Lauro Conde, nahua de Tepoztlán, Morelos: “Los perros ven muy bien de noche a las almas que salen de los cuerpos cuando estos duermen, por eso aúllan”. Según estas creencias, si los perros pueden ver a las almas cuando el hombre duerme, también pueden verlas cuando se separan del cuerpo en la muerte. En realidad los perros no ven muy bien pero tienen un olfato mucho más desarrollado que los humanos – ahora se sabe que pueden detectar hasta el cáncer - y siempre están alertas cuidando a sus amos; es bien conocido el hecho de que los perros hacen guardia sobre la tumba de sus amos, olvidándose de comer, y a veces hasta mueren.
Eso, y su relación simbólica con la oscuridad, explican porqué se consideró universalmente al perro como conductor del alma al reino de la muerte.
Los nahuas y los mayas pensaban que cuando el espíritu del muerto llegaba al gran rio del inframundo, encontraba a su perro y montaba sobre su lomo para atravesarlo y llegar al recinto del “dios” de la muerte; por ello, sacrificaban al perro del difunto y muchas veces lo enterraban con él”.


Mercedes de la Garza, (2014). El carácter sagrado del Xoloiztcuintli entre los nahuas y los mayas. Arqueología Mexicana, Volumen XXI, número 122, pg.31.


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