Todos tomavan
de aquel brebaxe con unas escudillas que llamavan tiçaapanqui; cada uno de los
que estavan presentes bevían uno o dos de escudillas de aquel chianpinolli,
niños, hombres, y mugeres, sin quedar nadie; los que no podían acabar lo que
tomavan guardavan su sobra; algunos llevavan otra basixas para guardar las
sobras, y el que no llevava nada en que recibiesse la sobra, echávansela en el regaço;
nadie iva a bever dos vezes. A cada uno davan una vez todo cuanto podía bever,
y si alguno tornava otra vez dávanle de verdascaços con una caña verde. Después
de haver todos bevido, sentávanse y reposavan; poníanse en corrillos y
començavan a parlar los unos a los otros, y tenían gran chacota; entonce bevían
las sobras o lo davan a bever a sus hijuelos.
A la hora del comer, que era al mediodía, sentávanse otra vez ordenadamente; los niños y niñas con sus padres y madres se sentavan. Sentada la gente, los que havían de dar la comida atavan sus mantas a la cinta según lo demanda la disposición de aquel exercicio; atavan los cabellos con una espadaña a manera de guirnalda porque no se les posiessen delante los ojos. Cuando sirvían, luego tomavan tamales a almantadas, y començavan desde los principios de las rencles a dar tamales, y davan a cada uno todos los tamales que pudían tomar con una mano. Davan tamales de muchas maneras: unos llamavan tenextamalli, otros xocotamalli, otros miaoatamalli, otros yacacoltamalli, otros necutamalli, otros yacacollaoyo, otros exococolotlaoyo. Los que servían tenían cuidado [de] los niños y niñas en especial, y algunos de los servidores a sus amigos y parientes davan más tamales; nadie tomava dos vezes, y si alguno se atrevía a tomar dos vezes, dávanle de açotes con una espadaña torcida, y tomávanle lo que havía tomado y lo que le havían dado. Algunos de los que estavan a la postre no les alcançavan nada, por tanto porfiavan de ponerse en buen lugar para que luego les diessen. Los que se quedavan sin nada lloravan y acuitávanse por no haver podido tomar nada diziendo: "De valde hemos venido acá que no nos han dado nada". Ívanse hazia los corrillos donde estavan comiendo por ver si los darían algo y no se querían apartar de allí, aunque les davan de verdescaços; entremetíanse entre los otros escolándose.
Ocho días durava este combite que hazía el señor a los pobres, porque cada año en este tiempo hay falta de mantenimiento y hay fatiga de hambre; en este tiempo solían murir muchos de hambre.
Garibay K., A. M. (1969). Capitulo XXVII. En HISTORIA GENERAL DE LAS
COSAS DE NUEVA ESPAÑA escrita por FR. BERNARDINO DE SAHAGUN. TOMO I (2da
edición). México, D.F.: Porrúa.
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