domingo, 8 de marzo de 2015

Flores en la pintura mural prehispánica



En una fantástica reedición de Plantes d’Egypte (1581-1584), del francés Prosper Alpine, se cita un fragmento de la obra de Plinio el Viejo en el que el historiador y científico romano describe el ciclo cotidiano de las nymphea, flores acuáticas que abundan en las representaciones plásticas del arte prehispánico y que en diversas culturas del mundo aparecen con un simbolismo similar, precisamente a causa de sus cualidades biológicas. Dice el relato:
Al caer el sol estas "adormideras" se cierran y se recubren de sus hojas; se reabren al levantarse; y esto hasta el momento en el que maduran o bien cuando su flor, que es blanca, cae. Más aún: se cuenta que tanto la flor como su tallo, se hunden en el Éufrates hasta la medianoche, cuando se sumergen totalmente, a un punto en que no se les ve, ni siquiera extendiendo la mano. Regresan poco a poco y cuando sale el sol, salen del agua...
Por sus características naturales es evidente que estas flores tienen un simbolismo solar tanto en Egipto como en Mesoamérica, como apareció publicado en el número 71 de Arqueología Mexicana.
En el arte oriental son frecuentes las imágenes de Buda con esa flor sobre la cabeza, con lo cual se hace alusión a la iluminación o apertura del séptimo chakra. En estas culturas eran conocidas tanto sus cualidades terapéuticas como sus propiedades alucinógenas. En el mundo mesoamericano, en especial en la cultura maya, tiene también connotaciones calendáricas, tanto por su vinculación solar como por las condiciones de su hábitat, ya que se encuentra en pantanos; la flor comparte con el cocodrilo el concepto de que un sitio pantanoso fue el lugar primigenio de la creación.


Por: Ma. Teresa Uriarte. Doctora en historia del arte, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y directora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la misma institución.

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