Hacían a honra de los montes unas
culebras de palo o de raíces de árboles, y labrábanles la cabeza como culebra;
hacían también unos trozos de palo grueso como la muñeca, largos, llamábanlos ecatotontli; así a éstos como a las
culebras los investían con aquella masa que llaman tzoal: a estos trozos los investían a manera de montes, arriba les
ponían su cabeza, como cabeza de persona; hacían también estas imágenes en
memoria de aquellos que se habían ahogado en el agua, o habían muerto de tal
muerte que no los quemaban sino que los enterraban.
Después que con muchas ceremonias
habían puesto en sus altares a las imágenes dichas, ofrecíanles también tamales
y otras comidas, y también les decían cantares de sus loores y bebían vino por
su honra.
Llegada la fiesta, a honra de los
montes mataban cuatro mujeres y un hombre: la una de ellas llamaban Tepéxoch, la segunda llamaban Matlalcue, la tercera llamaban Xochilnauatl, la cuarta llamaban Mayahuel; y al hombre llamaban Milnauatl. Aderezaban a estas mujeres y
al hombre con muchos papeles llenos de ulli,
y llevábanlas en unas literas en hombros de mujeres muy ataviadas, hasta donde
les habían de matar. Después que las hubieran muerto y sacado los corazones,
llevábanlas pasito, rodando por las gradas abajo; llegadas abajo cortábanles
las cabezas y espetábalas en un palo, y los cuerpos llevábanlos a las casas que
llamaban calpul, donde los repartían para comer. Los papeles con que aderezaban
las imágenes de los montes, después de haberlas desbaratado para comer,
colgábanlos en el calpul. Otras muchas ceremonias se hacían en esta fiesta, que
están a la larga puestas en su historia.
Garibay K., A. M. (1969). Capitulo XIII. En HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS
DE NUEVA ESPAÑA escrita por FR. BERNARDINO DE SAHAGUN. TOMO I (2da edición).
México, D.F.: Porrúa, p. 124-125
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